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Enclavado en el corazón de la montaña leonesa, el pueblo de Nocedo de Curueño guarda un tesoro oculto: las ruinas de las Caldas, un antiguo balneario que durante siglos fue un referente de salud y bienestar, fuente de aguas medicinales desde los tiempos del Imperio Romano, que a través de su calzada a Vegarada, descubrieron el uso de estas aguas en sus tratamientos.
Las aguas termales en esta zona del Curueño ya eran conocidas, donde muchos de los habitantes de la zona acudían para bañarse y beber su agua curativa, que emana de un manantial a unos 28º de temperatura. Sin embargo, en el año 1900 los hermanos Diez Ordoñez deciden construir inicialmente un balneario para explotar las aguas medicinales, conocidas por aliviar las dolencias. Gracias a sus propiedades curativas, muy pronto atrajo la atención de la nobleza y la burguesía, que acudían a las caldas como punto de encuentro en busca de tratamientos y relajación.
Había un dicho popular, conocido durante el periodo de balneario, donde los usuarios comentaban: “Adiós Caldas de Nocedo y sus aguas minerales. Aquí dejamos nuestros dineros, pero también nuestros males”
A pesar de su glorioso pasado, las Caldas de Nocedo de Curueño experimentaron un declive progresivo a partir del siglo XX. Diversos factores, como la aparición de nuevos balnearios y la crisis económica, contribuyeron al cierre definitivo del establecimiento. Con el paso del tiempo, las instalaciones se deterioraron y quedaron abandonadas, convirtiéndose en un triste reflejo de su antigua grandeza.
Las Caldas de Nocedo de Curueño son un testimonio del rico pasado de nuestra región. Su historia nos invita a reflexionar sobre la importancia de preservar nuestro patrimonio y a valorar la riqueza de nuestro entorno. Esperamos que este artículo haya despertado tu interés y te anime a descubrir más sobre este lugar mágico.
Serrilla
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